lunes, 25 de enero de 2010

Unidos en el juego.

Jugar con mamá y papá en los primeros años de vida les ayuda a crecer.

Muchas veces, al educar a los hijos nos preguntamos ¿lo haré bien?, y ahora ¿cómo debo reaccionar frente al comportamiento de mi pequeño?

Al ser padres no necesariamente tenemos que saber cómo serlo, ya que es una de las tareas más difíciles y complejas que afrontamos en la vida. Los niños tampoco vienen con un manual de información debajo del brazo. Por este motivo, decidí – dados mis largos años de experiencia trabajando con bebés – publicar dicho manual en colaboración con Montserrat Morán y editado por Pirámide.

En estos libros se enfoca la formación de los pequeños desde el período inicial de la vida hasta los cinco años. “Todo un mundo de sensaciones” de 0 a 6 meses, “Todo un mundo por descubrir de 6 meses a 2 años, “Todo un mundo de sorpresas” hasta los 5 años y “Todo un mundo de sonrisas” juegos mes a mes de 0 a 36 meses.

La palabra mágica en el aprendizaje de los pequeños es jugar, jugar y jugar, ya que el juego es el trabajo del niño.
Experimentar ensayando las cualidades de las cosas y de las situaciones.
Explorar en la práctica viviendo día a día su propia experiencia.
Enriquecer su mundo a través de juegos gimnásticos, acuáticos y musicales, para darle así la oportunidad de desarrollar al máximo sus cualidades innatas, con una óptima calidad y en el momento oportuno del aprendizaje.
Teniendo en cuenta que la máxima plasticidad del cerebro tiene lugar en los tres primeros años de vida, se puede afirmar, sin ningún género de duda, que es posible aumentar la capacidad de aprendizaje del niño, pero eso no significa que lo haga. En el proceso del aprendizaje influyen otros factores como el interés y la concentración para resolver todas las dificultades que aparecen por el camino, así como, el estímulo de querer adquirir nuevos conocimientos y la capacidad de adaptación.
Todo eso sólo es posible aprenderlo si lo practicamos a través de los juegos correspondientes para cada etapa.
Hay que ofrecer al niño la oportunidad de descubrir el autoestímulo y que en el futuro sepa él mismo hacer interesante su actividad, obteniendo el máximo provecho. Así se sentirá satisfecho consigo mismo.
La autovaloración y el autoestímulo del niño se forman en un ambiente sensorial estimulante a través de las actividades. Tanto si éstas se realizan sobre las colchonetas o en la piscina, despertarán su curiosidad general y se le inculcará el interés por aprender de una manera divertida y amena...

Los padres, al tomar plena conciencia de las necesidades motrices, intelectuales y emocionales de sus pequeños lograrán una relación paterno-filial plena de ternura, solidez y equilibrio. Al fin y al cabo, ya que todos somos el resultado de la pobreza o riqueza social, intelectual y emocional de nuestra infancia, intentemos hacer todo lo posible para que nuestros hijos tengan la mejor formación para una vida llena de éxitos.

Escrito por Elizabeth FODOR
Publicado en Andares (Alicante)

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